Terminado al este

El arte callejero fue en su día simplemente grafiti, un signo de decadencia que depreciaba las propiedades. Pero con la transformación del East End londinense, se convirtió en algo genial.

Considerado transgresor y vanguardista, el arte callejero genera interés en una zona. Reinterpretado y aceptado, transforma el espacio público a medida que las zonas se encarecen, se ponen de moda y resultan atractivas para la emergente clase creativa. Su carácter transgresor y su autenticidad se convierten en un medio para acelerar la gentrificación.

Sin embargo, a medida que suben los precios de la vivienda, el elevado coste de la vida obliga a los artistas que crearon las obras, así como a los residentes locales, a marcharse. Esto se hizo especialmente patente en Shoreditch, Londres, donde se tomaron estas fotografías: un escaparate al aire libre de arte urbano que genera un considerable turismo.

El grafiti ahora se exhibe en galerías y museos de todo el mundo. Artistas que antes vivían ocultos, con la cabeza cubierta y trasnochando, ahora trabajan a plena luz del día desde plataformas elevadoras. Encargados por marcas como Adidas y Gucci, ofrecen intervenciones creativas en el paisaje urbano, imágenes de modernidad y opulencia, en murales destinados a convertirse en propaganda digna de Instagram.

En East End se ven todos los códigos de la moda y la actitud más cool, junto a escenas de pobreza y gente en la calle vendiendo de todo menos lo cool. La gentrificación ha traído una monotonía insoportable. Sin embargo, si te fijas bien, verás los carteles de protesta, con su crítica política a la resistencia contra el cambio climático, pegados deliberadamente sobre los anuncios, afeándolos.

La voz de las calles está recuperando sus muros.